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Desesperados por reunirse con sus hijos, los padres ponen su esperanza en una extraña

La administración Trump estima que hay más de 500 niños, de entre 5 y 17 años de edad, que fueron separados de sus padres en la frontera de EE. UU. - México, y aún permanecen bajo custodia del gobierno de los EE. UU.

En muchos de estos casos, los padres ya han sido deportados de vuelta a sus países de origen y se les ha dejado esperando y, en algunos casos, dependiendo de la ayuda de extraños.

Una mujer de Boston está tratando de ayudar a algunas de esas familias. Aquí, hablamos con dos de las familias de Centroamérica, afectadas por la política de la separación, que ella está tratando de ayudar.

‘Nunca pensé que ocurriría esto’

La familia Gálvez se sienta a desayunar, vistiendo sus trajes domingueros, mirando hacia el Mar Caribe. Llegar a donde se encuentran, en la ciudad costera de La Ceiba, les tomó cuatro horas en autobús y les costó USD 40. Tuvieron que pedirle el dinero prestado a un amigo. Es, básicamente, el valor de seis meses de ingresos.

Rosa Lina Linder muestra, en su teléfono celular, una fotografía de su hija de 16 años de edad, quien aún está retenida en los EE. UU. (Jesse Costa/WBUR).
Rosa Lina Linder muestra, en su teléfono celular, una fotografía de su hija de 16 años de edad, quien aún está retenida en los EE. UU. (Jesse Costa/WBUR).

José Héctor Gálvez dice que a duras penas logra alimentar a su familia, y mucho menos reparar las goteras del techo de su casa. De hecho, fue la perspectiva de reparar el techo lo que conllevó a que la familia se separara.

«Me fui porque es imposible conseguir trabajo aquí. Me fui para poder ayudar y mantener a mi familia. Esa fue la motivación para mi viaje. Nunca pensé que ocurriría esto», dice Gálvez, mirando fijamente a la distancia.

En mayo, Gálvez y su hija de 16 años, Kenia, se fueron para los EE. UU. El plan era intentar conseguir trabajo durante más o menos un año, ahorrar dinero y regresar a Honduras para reparar su casa, donde habían quedado su esposa y sus otros dos hijos.

Luego de viajar en autobús a la frontera de EE. UU. - México, Gálvez explicó a los funcionarios de inmigración de los EE. UU. que él y su hija querían trabajar. Le dijeron que lo deportarían inmediatamente y que su hija lo seguiría en más o menos una semana. Dice que le dijeron a él y a su hija que se quitaran sus cinturones y los cordones de sus zapatos. Él fue ubicado en una celda de detención con otros hombres mientras que mantuvieron a Kenia con las mujeres y los niños.

«Me dijeron fue que tenía que ir a la corte de inmigración y dijeron: ‘Kenia está allá, puede ir a hablar con ella’. Y yo dije: ‘Está bien. Iré a explicarle que tengo que ir a la corte, pero cuando yo regrese de la corte, ¿ella estará aún aquí? ¿Podré verla de nuevo?’. Y dijeron: ‘Sí, puede hacerlo’. Pero eso no fue lo que ocurrió. Cuando regresé, ella no estaba allí y yo no sabía a dónde había ido».

Jose Hector Galvez's eyes fill with tears as he talks about his 16-year-old daughter still being detained in the U.S. after they were caught crossing the border earlier this summer. (Jesse Costa/WBUR)
Los ojos de José Héctor Gálvez se llenan de lágrimas mientras habla de su hija de 16 años que aún es retenida en EE. UU., luego de que fueran atrapados cruzando la frontera a principios del verano. (Jesse Costa/WBUR)

En este punto de la historia contada por su esposo, Rosa Lina Linder, la madre de Kenia, busca un paño para secarse los ojos. Ella dice que se sienten desesperanzados. Ella no ha recibido ayuda de su propio gobierno ni del gobierno de los EE.UU.

«Como madre se experimenta esto con intensidad», dice, «siento un dolor físico, especialmente cuando hablo con ella».

Se agarra el corazón y dice: «Lo siento aquí, justo aquí. Me preocupo por ella y le pido a Dios que me la traiga sana y salva. Ella se fue con su padre para poder trabajar, simplemente para poder arreglar nuestra pequeña casa.

‘Por favor, envíenme a mi hija’

Hace unas semanas, Linder recibió una llamada telefónica de un amigo. El amigo había visto un reportaje de noticias, por televisión. Un número telefónico titiló en la pantalla, con un mensaje que decía, si tiene niños en inmigración de los EE. UU., llame a este número.

"Por favor, envíenme a mi hija. Ella es la única hija que tengo y necesito que regrese conmigo."

Rosa Lina Lindner

«Así es que llamé y dije: ‘Por favor, envíenme a mi hija. Ella es la única hija que tengo y necesito que regrese conmigo».

Quien contestó esa llamada fue Isabel López, una abogada inmigrante de Boston, y desde entonces ha contestado docenas de llamadas.

Sentada en un ruidoso Dunkin Donuts de Boston, López, que es originaria de Honduras, explica que su familia, que aún vive en el país, le dijo que nadie hablaba sobre estos padres que están buscando a sus hijos.

«Entonces, un día, decidí llamar a la estación de televisión para informarle a las personas que podían llamarme». A finales de julio, López publicó su número telefónico en la televisión hondureña y animó a que la llamaran todos aquellos que están buscando a sus hijos que se encuentran bajo la custodia de inmigración de los EE. UU.

Desde entonces, dice que ha conversado con casi 70 familias. Ha creado una base de datos con los nombres y números de las personas que están buscando a sus hijos, está poniendo en contacto a estas familias con expertos legales y está comprando tarjetas para llamadas internacionales para que puedan intentar rastrear a sus hijos. Es así como la familia Gálvez terminó en La Ceiba, en donde se reunieron con abogados de inmigración residenciados en Boston.

Carlos Alexis Hernandez Licona grieves for his six-year-old son Carlos Gabriel Hernandez as he describes the last time he saw him after being separated and then deported back to Honduras without him. Congressman Jim McGovern is in the background listening to the interview conducted by WBUR and the Lawyers Committee for Civil Rights and Economic Justice. (Jesse Costa/WBUR)Carlos Alexis Hernández Licona llora por su hijo Carlos Gabriel Hernández, de 6 años de edad, mientras describe la última vez que lo vio, al ser apartado de él, cuando fue deportado de regreso a Honduras sin él. El congresista Jim McGovern aparece en segundo plano. (Jesse Costa/WBUR)

«No puedo creer que se hayan llevado a mi hija, ni poner mis esperanzas en un extraño, por teléfono», dice López. «Con la barrera idiomática y las llamadas de los niños para decir: ‘No quiero estar aquí’ ¿Cómo puedes vivir cada día? ¿Cómo puedes comer? ¿Cómo puedes mantenerte estable?

‘No van a quitarme a mi hijo’

En Honduras, Carlos Alexis Hernández, de 33 años, ha estado enfrentando estas preguntas, todos los días, durante los últimos tres meses.

Él dejo su pueblo natal de Olancho para buscar trabajo en los EE. UU. Llevó consigo a su hijo, Carlos Gabriel, de 6 años de edad. Luego de viajar con un traficante de personas a México, él y su hijo compartie

Carlos Gabriel (cortesía de Carlos Alexis Hernández Licona)
Carlos Gabriel (cortesía de Carlos Alexis Hernández Licona)

ron un tubo interno para cruzar el Río Grande. Dice que, finalmente, llegaron caminando a McAllen, Texas, en mayo, y se presentaron ante los funcionarios de inmigración.

«Me pusieron en una celda. Finalmente, me mudaron a una celda más grande. Los funcionarios del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los EE. UU. (ICE, por sus siglas en inglés) estaban cerca de mí y los confronté diciendo: ‘No van a quitarme a mi hijo’».

Pero sí me lo quitaron.

Licona, quien viste unos jeans algo desgastados y una camiseta polo roja, se pone emotivo, hace pausas mientras recuerda a su hijo que corre hacia él y dice llorando: «’Papá quiero quedarme contigo, no dejes que me lleven’. «Licona dice que estuvo allí otros 14 días antes de ser deportado de regreso a Honduras. Dice que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los EE. UU. nunca le dijo a dónde llevaban a su hijo ni cuánto tiempo sería retenido. Licona dice que aún no ha sido contactado por el gobierno de los EE. UU.

Así que cuando Licona vio el número telefónico de Isabel López en la televisión, el mes pasado, llamó de inmediato. López lo asesoró y lo ayudó a desenvolverse en un sistema de inmigración que puede llegar a ser muy complicado, incluso para alguien que habla inglés. Pero para Licona, quien solo habla español y quien no sabe leer, llamar a líneas de atención en los EE. UU. y conseguir ayuda para el papeleo, puede percibirse como algo insuperable.

Finalmente, Licona se enteró de que su hijo está retenido en unas instalaciones de Nueva York. Habla con él una vez a la semana y dice que su hijo de lo que más habla es de volver a casa. Pregunta cuánto más tiene que esperar y Licona le responde que pronto estará en casa.

En Boston, López aún contesta llamadas telefónicas de madres y padres que buscan a sus niños y que ponen sus esperanzas en una extraña.

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Shannon Dooling Investigative Reporter
Shannon Dooling was an investigative reporter at WBUR, focused on stories about immigration and criminal justice.

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